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domingo, 24 de marzo de 2013

La teoría del dobladillo

En los años ’20 se desarrolló una interesante teoría que determinaba cómo la moda era reflejo del momento económico de un país. George Taylor, un economista americano, observó que los tiempos de prosperidad económica coincidían con que las mujeres usaran minifaldas y mostraran sus pantys de seda, algo que se revertía cuando existía austeridad, donde caían los ruedos más abajo de la rodilla. A esta teoría se la llamó de varias formas, entre ellas the hemline theory, the hemline idex o la teoría del dobladillo.





En oposición a lo anterior, una de las explicaciones que la economía sostenía frente al boom de la minifalda es que frente a costos superiores en textiles y confección, los diseñadores preferirían mantener sus faldas más cortas para abaratar gastos. Según Taylor, la repetición del boom de la falda corta concordaba con momentos de crisis económica a través de la historia: los años ’20 con la gran depresión, en los ’60 con el cierre de fábricas y proliferación del desempleo y durante los ’80 con la caída de la bolsa. La teoría goza de gran popularidad a pesar de sus detractores, quienes coinciden que, por ejemplo, durante los años ’60 no existían más alternativas en el vestir femenino que las minifaldas.



La (R)Evolución de la Falda

La falda tiene su origen en la prehistoria, cuando el ser humano sintió la necesidad de protegerse del clima, empezó a cazar animales y a utilizar su piel para cubrirse. En forma rudimentaria hacía prendas con lana y pelo de animales. Al principio usar falda no era cuestión de sexo. Los sumerios, los asirios, egipcios, etc. la usaron. Otro ejemplo son los escoceses, quienes utilizaban (y todavía lo hacen en algunas ocasiones) una falda a cuadros llamada kilt. Al principio la falda empezó a usarse prácticamente debajo del busto y fue bajando paulatinamente hasta la cintura. En sus comienzos eran estrechas y se fueron ensanchando hasta llegar a ponerles armazones debajo para darles volumen.El origen de esos armazones fue la crinolina o miriñaque. El mismo se usó hasta mediados del siglo XVIII, cuando aparecieron los llamados “polisones” que eran unos postizos que se ajustaban a la parte posterior de la figura, para darle más volumen.

                                                                    
                                             

A esta forma le sigue, en los comienzos del 1900, la llamada mujer en forma de “S”.

                                  


 La llegada de la Primera Guerra Mundial en 1914 , terminó por completo con el mundo de la farándula y el lujo de la moda francesa e inglesa, en donde se hallaban las grandes casas de alta costura. Durante esos años la falda campana cedió el paso a los cortes rectos tipo “tubo". La mujer tiende a tener un look más masculino. Se elimina la falda larga de la década anterior y la sobrefalda que se lleva sola, pierde su vuelo. Chanel impone las prendas unisex como el jersey. Se llevan vestidos enteros con flecos y bolsitos pequeños. Las prendas se acortan por encima del tobillo. Por primera vez en la historia de la moda los vestidos de día eran tan cortos como los de noche y todo esto estaba confeccionado con un nuevo material: el rayón, ligero, barato, y fácil de lavar. Eso contribuyó a la emancipación de la mujer que pudo librarse de indumentarias de varios kilos de peso.




En los treinta, la ropa comienza a ser mucho más práctica. La silueta vuelve a cambiar, descendiendo la cintura a su posición anatómica, marcando el talle y ensanchándose los hombros. Se impuso el uso de falda y blusa, porque resultaba muy práctica durante el día, sobre todo en el caso de mujeres que trabajaban en una oficina. Las faldas eran estrechas y llegaban a la altura de la pantorrilla podían tener pliegues o bien forma de campana. A finales de la década la línea que seguía la moda se había vuelto muy seria y funcional, esto se debía por un lado a la escasez de materiales durante la guerra y por otro a la influencia militar. Entre 1933 y 1935, uno de los cambios fue que las polleras cambiaron su largo y llegaron casi hasta el tobillo.



Cuando en 1939 estalla la Segunda Guerra Mundial se frena el progreso en gran cantidad de aspectos, uno de los cuales fue la moda: los tejidos se vuelven pobres, las chicas visten con uniformes de ciudad, trajes de chaqueta, con el mínimo de tela. La falda volvía a ser más corta y cubría justo las rodillas. También era más estrecha y a veces tenía pliegues, casi siempre muy delgados que, con el resto del conjunto, daban un aspecto de seriedad. Aunque las reservas eran muy limitadas y la calidad era a menudo pobre, se daba mucha importancia al aspecto externo, a pesar de la guerra y de la escases de los años siguientes. Las mujeres debían dar una imagen decente pero sensual.




 Debido a la escasez de materiales, era casi imposible conseguir medias y con las faldas cada vez más cortas, las piernas desnudas no quedaba nada bien. Así las mujeres aprendieron todo tipo de trucos: una de las soluciones más rápidas era pintarse con un perfilador una raya negra a lo largo de la pierna para crear una costura inexistente. Otra posibilidad era el maquillaje para piernas, todavía más complicado que lo anterior. Había que extenderlo con rapidez para conseguir un color uniforme y esperar a que se secara antes de ponerse el vestido. Todos estos problemas se solucionaron cuando se empezó a traer de América un nuevo material: el nylon.




 En la década del ‘50 vuelve el esplendor, triunfa el “new look” de Dior. La silueta se vuelve a forzar con una cintura muy estrecha, la mujer avispa y por contraste, mucho volumen en hombros, pecho y en la falda que aumenta su vuelo, pero manteniéndose por debajo de las rodillas. Las mujeres estaban hartas del estilo masculino y vuelven las curvas. Comienza el culto a la belleza. La silueta del "new look" también se reflejaba en la ropa de diario. La mayoría de las faldas eran estrechas y llegaban a media pierna.



 1960 fue la década de la gran revolución. Surge el concepto de ropa cómoda y comienza el culto a la juventud, dando lugar a las prendas cómodas y juveniles, que dejan atrás todo aquel lujo burgués. Como reacción se pone de moda la ropa extravagante, surge el mod, la libre sexualidad, las drogas, el rock´n roll y la moda unisex, y paralelamente, es la cultura pop musical la que marca las tendencias. Los estampados visten de mariposas y de flores de colores a las chicas, la silueta se vuelve a hacer más lisa y nace la minifalda que se impone rápidamente por todo el mundo. El 10 de julio de 1964, en medio de su colección de verano, Quant mostró por primera vez la prenda que se convirtió en fetiche y símbolo de la década del 60.





 En los setenta comienza a democratizarse la moda y se abandona el look único, comienza a llevarse varios estilos a la vez. La silueta vuelve a marcar las formas del cuerpo y se ciñe como nunca, los pantalones son como una segunda piel. La minifalda no pasó de moda, sino que algunos como Yves Saint Laurent propusieron un modelo un poco más largo, hasta la rodilla.

                              
                               

 En los ochenta la silueta se vuelve a exagerar con las hombreras, pero sólo para algunas mujeres. Las tendencias comienzan a uniformar al resto con los trajes de chaqueta para la mujer ejecutiva y la ropa Sport o casual. Las mujeres podían escoger ya entre múltiples estilos de faldas, aunque las que más triunfaban en la década de los excesos eran las minifaldas rectas muy entalladas (especialmente en vaquero lavado al ácido o tejidos de lycra) o las faldas de vuelo por debajo de la rodilla, que se combinaban con camisas y chaquetas con hombreras gigantescas.





 Desde 1990 hasta estos días la moda se fue convirtiendo en una mezcla de todo. No podemos tener más opciones de faldas donde elegir, aunque la mayoría de ellas sean diseños inspirados en los de antes.


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